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lunes, 12 de noviembre de 2007

Boca quiere darle un susto a Lanus a ver si se cae del cielo


Como en el Apertura ningún equipo puede presumir de una foja impecable, de una campaña exenta de declinaciones, el máximo premio será para el que muestre mayor fortaleza mental. Durante el torneo, los equipos se fueron turnando en los malos resultados, momentos de confusión y chatura futbolística. La carrera al título, ya en su recta final, sólo les hace lugar a los que superaron los momentos negativos, a los que no se quedaron lamiendo las heridas, a los que sacaron fuerza para no caer en las garras de la frustración. En este Apertura no es pecado ser inconstante, pero sí lo es entregarse a la resignación, rendirse.

Boca puede exhibir con orgullo el certificado de alta del trance traumático que vivió a partir de la derrota en el clásico con River, consecuencia directa de una actitud indolente. Había quedado entre la espada y la pared porque debía recuperar terreno perdido y ya no sobraban oportunidades. Escuchó la alarma, se despertó y volvió a ser competitivo, a justificar sus aspiraciones.

El 4 a 0 tuvo doble mensaje: de mazazo para Vélez y de advertencia para el líder Lanús. La recuperación de Boca se apoyó en viejos pilares y en nuevos reacomodamientos. De lo ya largamente conocido y visto se agarró para empezar a quebrar a Vélez. La fórmula centro desde la derecha de Ibarra y cabezazo de Palermo está por cumplir una década, sin que por ello pierda vigencia ni efectividad. Por esa vía llegaron los dos primeros goles. Pellerano, uno de los zagueros más promisorios de nuestro fútbol, quedó retratado en ambas jugadas como un débil principiante ante la pujanza aérea de Palermo.

La victoria de Lanús del viernes era motivo suficiente para que Boca se exigiera, pero tener enfrente a Vélez parece que representa una motivación extra. Sobre todo por la presencia de La Volpe, tan repudiado por los hinchas de Boca como visto con desdén -salvo Morel Rodríguez- por la mayoría de los jugadores por ese insólito campeonato que se les escapó hace casi un año.

La causa de Boca sumó a un viejo general, que pasó mucho tiempo con parte de baja porque el cuerpo no le respondía: Battaglia. Desde la época de Carlos Bianchi al volante no se le veía un rendimiento tan alto, sustentado en un gran despliegue físico, algo que pertenecía al pasado y parecía irrecuperable. Battaglia fue tan productivo en el quite como en la distribución. Se hizo dueño de la zona media.

Las novedades de Boca pasan por la línea de volantes; no sólo por el renovado aporte de Battaglia, sino porque algunos que venían siendo titulares (Gracián y Ledesma) ya no lo son y otros vuelven a aprovechar su oportunidad, como Banega y Cardozo. Un poco más abajo queda el uruguayo González, intermitente y aún sin integrarse del todo.

Boca conoció los beneficios de ser un equipo ordenado y prolijo. Nunca pasó sobresaltos y mantuvo sus líneas bien enlazadas. Es cierto que Vélez fue una oposición muy lánguida, insignificante en las dos áreas. La Volpe quiso plantear lucha y discutir el dominio en el medio, pero cayó por goleada en los dos arcos. En el suyo, Vélez se desacomodó y perdió fácilmente las marcas; en el contrario, fue incapaz de acertar un tiro al arco en los 90 minutos.

El fracaso del plan de Vélez fue total: recibió dos goles con el planteo 3-4-2-1 y otros dos, en el segundo tiempo, cuando cambió por el 4-4-2. No hubo retoque táctico que rescatara a Vélez de la impotencia ni del progresivo desánimo. No mostró un jugador que tuviera una solución o contagiara voluntad de recuperación. En este torneo, Vélez recibió cinco goles en el Monumental y cuatro en la Bombonera. Un veredicto lapidario.

Dedicado a controlar sin apuros la ventaja, Boca tuvo tiempo de hacer otros dos goles en un minuto. Fue una demostración de potencia y autoridad. Mientras espera a Lanús en la Bombonera para darle alcance, Boca no pudo darse un envión más fuerte.

Fuente: La Nacion

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