No lo olvide Dyoo, su audaz diario cibernetico

lunes, 26 de noviembre de 2007

Lanus saco un empate con sabor a poco...


Igualó 0 a 0 con Argentinos y no pudo escaparse en la punta; a dos fechas del final mantiene los tres puntos de diferencia, aunque el escolta ahora es Tigre; el miércoles tendrá la primera posibilidad de ser campeón Lanús no dio el gran paso hacia el título porque se le anudaron las piernas. Argentinos le llegó de obstáculos el camino que un rato antes del partido parecía despejado por la derrota que había sufrido Boca. Lanús transmitió las primeras incomodidades de cargar con el rótulo de firme candidato. Su ilusión sigue intacta y el equipo no merece que se le quite el crédito que consiguió hasta aquí, pero ayer no tuvo la lucidez ni frescura que se le venían señalando a su estilo de juego.

Argentinos le planteó un duelo a cara de perro, a brazo partido. Lo esperó sin regalarle un metro ni permitirse una distracción. Como si se tratara de un clásico de dientes apretados, Argentinos no se interesó en que el juego abierto o el intercambio de ataques decidieran la suerte del cotejo. Sí se preocupó, y mucho, por entorpecer y cortar la vivacidad que Lanús intenta darle a sus movimientos. Y consiguió su objetivo, como si tuviera una motivación especial por anular al líder. Encolumnados detrás de algunas frases provocativas de Néstor Gorosito, los jugadores Argentinos hicieron del partido una guerra de trincheras. Sin excesos ni mala intención, pero sí con mucha pierna fuerte y corazón caliente.

Lanús se fue consumiendo en su propia impotencia. Quiso parecerse al equipo que viene cosechando tantos elogios, pero cayó en la vulgaridad, en la ceguera. Esta vez no hubo aire fresco en la propuesta de Lanús, sino un tufillo a habitación cerrada.

La ocasión era propicia para agigantar la posibilidad de ser campeón, pero también había una serie de riesgos que el puntero no supo evitar: la ansiedad y el nerviosismo que conducen a las imprecisiones y a la mala toma de decisiones. Argentinos lo esperó con dos líneas de cuatro y sin concederle espacios entre los volantes y los defensores. Llevó el desarrollo al terreno del pelotazo y la fricción. Y Lanús no supo evitarlo, cayó en la trampa. No tuvo una salida limpia de la pelota, le faltó desborde, no se impuso en el uno contra uno y dependió excesivamente del desgastante cuerpo a cuerpo de Sand con los zagueros rivales para tratar de abrir alguna vía de ataque.

Argentinos especuló con la desesperación local. Tenía ocho hombres para defender, de los cuales, ocasionalmente se adelantaba Pereira o el criterioso Peñalba, y una fórmula ofensiva que combinaba la potencia de Delorte para aguantar la pelota y las escapadas del escurridizo Hauche. Este, a los cinco minutos, encontró un hueco por la derecha y sacó un remate bajo, que dio en un palo.

Lanús confundió velocidad con precipitación. El apuro fue contagioso. Así, se sucedieron las fallas en los pases y fue continuamente al choque. Pelletieri y Fritzler no se convirtieron en la habitual usina de distribución, el voluntarismo de Blanco fue improductivo y la pegada de billarista de Valeri se dio en cuentagotas. Como excepción quedó una asistencia a Sand, que definió desviado en la única ocasión que un jugador local se encontró en posición de gol ante Navarro.

El partido se hizo repetitivo, monótono. La ambición mal encauzada de Lanús no encontraba una hendija en el compacto Argentinos. Ante la imposibilidad de establecer diferencias con su juego de combinaciones y de buen gusto técnico, Lanús intentó con el libreto que menos conoce y que más le cuesta imponer: el empuje, el pelotazo a cargar, el atropello. Cabrero confió en sus hombres y casi no buscó variantes en el banco. A veces hace falta sacar una carta de la manga para romper lo que parece indestructible. No la tuvo Lanús, que a medida que pasaban los minutos empezó a repensar el partido. Ya no lo empujaban el entusiasmo y la decisión que había extraído de la caída de Boca. A la luz de las dificultades que tenía ante Argentinos, el empate pasó a ser visto con ojos complacientes. El 0 a 0 no era lo mejor, pero lo tomó como una dura experiencia por la que puede pasar todo aquel que quiere ser campeón.

La nacion

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